De compleja iconografía, se muestra en el lienzo a una joven lujosamente vestida, atendida por Minerva que parece mostrarle un libro infolio, mientras ella vuelve la vista hacia un cupidillo que le alrga una corona de laurel, mientras sostiene en el brazo izquierdo unas partituras, y otro cupidillo, coronado de hiedra, juguetea con un violonchelo. En la parte opuesta del lienzo otros dos cupidillos juguetean también, y uno de ellos sostiene en alto una paleta y pinceles. En segundo término se advierte la figura de Mercurio acodado a una roca, contemplando la escena. (...)
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De compleja iconografía, se muestra en el lienzo a una joven lujosamente vestida, atendida por Minerva que parece mostrarle un libro infolio, mientras ella vuelve la vista hacia un cupidillo que le alrga una corona de laurel, mientras sostiene en el brazo izquierdo unas partituras, y otro cupidillo, coronado de hiedra, juguetea con un violonchelo. En la parte opuesta del lienzo otros dos cupidillos juguetean también, y uno de ellos sostiene en alto una paleta y pinceles. En segundo término se advierte la figura de Mercurio acodado a una roca, contemplando la escena. (...)
La interpretación más lógica de la compleja iconografía es ver en ella una alegoría en la figura de la bella joven que centra la composición de la Concordia entre las artes, pintura, poesía y música bajo los auspicios de Minerva, diosa de la inteligencia. Permanece enigmática la figura de Mercurio. Podría pensarse, como hace M. Newcome-Schleier, que se le representa como "protector de los viajeros". En este caso cabría pensar en que se trate de homenajear a alguna joven virtuosa del "bel canto" y de las otras artes que hubiese de viajar a lejanas tierras. Se ha pensado también, teniendo en cuenta que Mercurio a veces se ha considerado en algunas fuentes clásicas como "inventor musicae" que podría aquí desempeñar un papel protector, como Minerva. (...) En cuanto a su fecha, es preciso colocarla en época avanzada de la producción del pintor, cuando se exarceba el arrebatado entrecruzarse de las líneas y los agudos contornos de sus paños flotantes. A. Griseri lo situó en la proximidad del "San Francisco Javier" de la Catedral de Porto Maurizio, resuelta de modo casi idéntico, y fechable hacia 1720-1725, en los últimos años de su actividad. Sin embargo Gruitrooy y Newcome-Schleier piensan que no puede situarse más allá de la mitad del noveno decenio del siglo XVII. Hay en la composición evidentes contactos con otros artistas de la escena ligur, desde Castaglione a Guidobono, en el modo de tratar los elementos de naturaleza muerta, y también, constantes recuerdos del mundo flamenco ruberiano, especialmente en la figura del Mercurio.
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