En el lecho de su muerte, el rey aragonés Jaime I entrega la espada a su hijo, rogándole que no la envaine hasta la completa expulsión de los musulmanes y la finalización de la Reconquista.
Pinazo acomete en esta obra un tema muy relacionado con su tierra valenciana, donde tuvo lugar el acto de abdicación. El cuadro fue realizado para enviarlo a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1881, ante el éxito de una primera versión del mismo tema que había realizado para la Diputación de Valencia.
El artista realizó una composición con una técnica muy libre y desenvuelta, marcando las siluetas con rotundos trazos negros y aplicando el color a grandes manchas de manera muy enérgica, lo que procuró no pocas críticas por su aspecto casi inacabado. La luz que ilumina la penumbra era, como sería frecuente en la pintura valenciana, otro de los recursos mejor empleados.
Fue adquirido en 1881 para el Museo del Prado, pasando después al Museo de Arte Moderno.