Sobre una mesa se disponen un jarrón con flores, un plato de porcelana con frutos secos y otro de metal con rosquillas, además de una copa de cristal y otros objetos metálicos de gran riqueza.
La profusión de texturas y materiales muestra la habilidad de la pintora flamenca para reproducir todo tipo de superficies. De gran predicamento en la pintura nórdica de mediados del siglo XVII, este tipo de composiciones, conocidas como desayunos, ofrecían un tema amable y cotidiano, muy apreciado por los coleccionistas del momento.
La pintura, pese a la modernidad del tema, posee evidentes relaciones con la tradición de los Países Bajos. Así, en la jarra metálica, como en muchas obras de los primitivos flamencos, el reflejo permite ver el exterior del cuadro, donde se autorretrató la artista.
En 1746 la pintura estaba en la colección de pinturas de la reina Isabel Farnesio en el Palacio de la Granja.
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