En este retrato de extrordianria calidad, el pintor ha hecho uso de una pincelada nerviosas y rápida para transmitir de manera verídica los rasgos del carácter de su modelo. Se atribuye tradicionalmente a Tristán, quien trabajó en el taller del Greco. Es precisasmente el cretense el punto de referencia fundamental en relación con el que hay que estudiar esta efigie, pues tanto su técnica como su composición derivan de él. Se desconoce la identidad del personaje, pues no existen inscripciones, o signos que faciliten la tarea de identificación. El espectador sólo dispone de sus propios rasgos o la golilla que viste para situarlo en la escala social. Este tipo de retratos sin rasgos identificativos explícitos empezaron a proliferar a finales del siglo XVI, y constituye un testimonio muy elocuente de la extensión del género del retrato a un número cada vez mayor de sectores sociales, en paralelo a la progresiva importancia que tuvo la cultura urbana en los primeros años del siglo XVII.
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