Lienzo de formato vertical que presenta un anciano de tres cuartos, casi de frente. La cabeza ligeramente inclinada hacia la derecha y que sostiene con ambas manos una alabarda. Viste túnica azul y manto amarillo anaranjado.
Todos los críticos coinciden en ver en él el último de los Apostolados realizados por la mano del propio artista, aunque admitiendo que algunos de ellos debieron quedar inacabados y concluidos a veces por otras manos (PEREZ SÁNCHEZ, Alfonso,2002,p.26).
El apostolado del Museo del Greco, según Rafael Alonso, nos serviría para explicar paso a paso, el proceso técnico de ejecución del cretense. Podemos contemplar en él, desde San Bartolomé tan solo un esbozo hasta El Salvador una obra ya finalizada y firmada; pasando por cada una de las etapas técnicas en la producción del lienzo.
La segunda fase de realización de las pinturas será la incorporación del color a los vestidos de los personajes. Va a superponer a la grisalla una veladura de color diluido, transparente. Ese veladura no será uniforme. En la partes más luminosas del volumen de las telas llevará menos pigmento de color y dejará de aflorar el blanco subyacente de la grisalla. Por el contrario en la zona de sombra se acumulará más color pigmento y, en las zonas mas oscuras, el efecto se acentuará con pinceladas de color empastado para lograr el oscuro máximo. Este segundo estado lo ilustran a la perfección los cuadros que representan a San Mateo, Andrés y Judas, otres tres obras magníficas. (...) Da la impresión que estos tres cuadros fueron pintados a la vez y quedaron interrumpidos en un mismo estado. Tal vez, la parte peor resuelta sea la de las manos de San Judas, abocetadas, con el dibujo sin precisar, como si la estructura interna de las manos no hubiese sido analizada y resuelta aún con precisión. Las manos no empuñan con seguridad el palo de la albarda (ALONSO ALONSO, Rafael, 2002, p.p. 40-41)
Esta figura esta apenas esbozada dejando muchas zonas con la preparación al descubierto. Las manos y la barba no son apenas sino una mancha imprecisa, pero el efecto general es impresionante. La mirada del ojo derecho, único visible, es de una terrible penetración (PÉREZ SÁNCHEZ, Alfonso y Benito NAVARRETE PRIETO, 2002, p. 100).
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