Tras mancillar a sus esposas, los condes de Carrión las abandonan desnudas y amarradas a sendos robles, según la tradicional narración literaria medieval. El ultraje de las hijas del Cid, fue un tema muy utilizado por los pintores de historia del siglo XIX por sus posibilidades para demostrar el dominio del desnudo femenino por parte de los pintores.
La delicadeza en el torneado de las carnaciones y el suave modelado de los cuerpos contrasta con el tratamiento muy dibujado de los pliegues de los paños con que se cubren. En estos aspectos y en refinado sentido del color recuerda algunas pinturas del pintor barroco Orazio Gentileschi, que Teófilo Puebla pudo conocer en Roma o incluso en el Museo del Prado. En común tienen también la sensación pausada, pese a lo dramático del argumento, la riqueza del colorido y el equilibrio, muy cercanos a su vez a la gran pintura veneciana del siglo XVI.
La obra participó en la Exposición Nacional de 1871, sin recibir premio alguno, pese a que su calidad fue posteriormente reconocida por la crítica.
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