Reproducido como obra de Goya en las referencias de Lacoste, y considerado por don José Lázaro como lienzo pintado por Zacarías Gonzázlez Velázquez, es retrato que, en efecto, recuerda en una primera vista el estilo de este último maestro, tanto por el clasicismo sereno y equilibrado de la pose como, sobre todo, por los rasgos del niño, de rostro ovalado, nariz y boca breves y grandes ojos, de intensa mirada, que recuerdan los modelos más característicos de las efigies infantiles y femeninas de Zacarías. Sin embargo, cierta aspereza de su técnica y superficie, siempre charolada y brillante en González Velázquez, y algunos descuidos de dibujo demasiado evidentes, como el escorzo del brazo, el diseño de la mano o la oreja, aconsejan mantener más prudentemente el retrato como obra anónima.