Describe el momento en que Jacob, que se ha hecho pasar por su velludo hermano Esaú, cubriendo su brazo con una piel de oveja, recibe la bendición de su padre Isaac, ciego y anciano (Génesis 27, 1-29).
Para componer esa historia de engaño y ambición el pintor da una lección de su dominio de los gestos y de la expresión corporal. A esa narración literal se superpone un contenido simbólico, que convierte la obra en una alegoría de los cinco sentidos, representados por las acciones que interpretan los protagonistas (tocar, ver, oír, oler) y por la espléndida naturaleza que descansa sobre la mesa del ángulo inferior derecho del cuadro y que hace alusión al gusto.
Es una de las obras más ambiciosas de Ribera y aquella en la que mejor demuestra sus dotes para la narración pictórica. Probablemente concebido para una sobreventana o sobrepuerta, se documenta en 1700 en el Alcázar de Madrid, permaneciendo en la Colección Real hasta su entrada en el Museo, aunque entre 1816 y 1818 estuvo en la Academia de San Fernando
Está firmado y fechado en el ángulo inferior derecho.