Esta pintura es un ejemplo de las vistas que Beruete hace de los alrededores de Madrid, en muchas de las cuales es el río Manzanares el gran protagonista.
Aunque el agua ocupa más de la mitad del lienzo, la ciudad se reconoce en la parte alta. Se distingue la mole del Palacio Real, junto a la silueta roja de la torre de la Iglesia Nueva de Santa Cruz y las cúpulas de otras iglesias como San Andrés y San Francisco el Grande. Sobre la orilla del río lavaderos, merenderos, molinos y ventas insinúan la cotidianeidad de la vida madrileña.
La obra es un magnifico ejemplo de las características del estilo maduro de Beruete en el que destaca su proximidad al Impresionismo francés. Se aprecia en ella la preocupación del artista por captar la calidad de la luz sobre el lienzo y sus juegos con el color, consiguiendo de esta manera efectos espectaculares en los reflejos de las aguas del río. La pincelada es muy libre, con gran cantidad de pasta, de toques rápidos y nerviosos.
El cuadro fue donación de Maria Teresa Moret, viuda del pintor, al Museo Nacional de Arte Moderno en 1922, cuyos fondos se integraron después en los del Museo del Prado.
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