François Hyacinthe Rigaud fue un pintor hispano-francés especializado en el retrato. Fue el pintor de retratos más importante de la corte de Luis XIV de Francia. Su instinto para encontrar poses impresionantes y una presentación grandiosa se ajustaba perfectamente a los deseos de los miembros de la realeza, embajadores, clérigos y cortesanos que posaron para él. En 1682 se le otorgó el Premio de Roma. Los cuadros de Rigaud capturan con gran exactitud el parecido de los vestidos y detalles del fondo, por lo que constituyen un documento preciso de la moda de la época. Su cuadro más famoso es el Retrato de Luis XIV de 1701, el cual se exhibe en el Museo del Louvre de París. Para Jacques Thuillier, profesor en el Collège de France, «Hyacinthe Rigaud fue uno de esos pintores franceses que alcanzaron la mayor celebridad como retratistas bajo el Antiguo Régimen. Merecía esa admiración tanto por la sorprendente abundancia de su obra como por su constante perfección. » Rigaud debe su fama a la fidelidad de la dinastía de los Borbones, de los que pintó retratos de cuatro generaciones. Lo fundamental de su clientela lo obtuvo en los más ricos ambientes, entre los burgueses, financieros, nobles, industriales y ministros. Su obra ofrece una galería de retratos casi completa de los dirigentes del reino de Francia entre 1680 y 1740. No obstante, una parte minoritaria de su producción está compuesta por personajes más discretos: familiares, amigos, artistas o simples comerciantes. Indisociable de su retrato de Luis XIV, Rigaud frecuentó a todos los grandes embajadores de su época y a algunos monarcas europeos. El número exacto de cuadros pintados por este artista sigue siendo muy discutido, puesto que su catálogo es muy amplio, pero los especialistas coinciden en que tuvo más de un millar de modelos diferentes. A ello se añade el elevado número de copias registradas en el dietario del artista, en el que además no se mencionan cientos de otros lienzos recuperados desde su publicación en 1919. Nieto de pintores doradores del Rosellón, formado en el taller de sastre de su padre, Hyacinthe Rigaud perfecciona esta formación con Antoine Ranc en Montpellier a partir del año 1671, antes de llegar a Lyon cuatro años después. En estas dos ciudades es donde se familiariza con la pintura flamenca, holandesa e italiana, la de Rubens, Van Dyck, Rembrandt o Tiziano, cuyas obras coleccionará más tarde. Ya en París en 1681, obtiene el Premio de Roma en 1682 pero, siguiendo los consejos de Charles Le Brun, no viaja a Roma. A partir de su admisión en la Academia real de Pintura y Escultura en 1700, escala todos los grados de esta institución hasta su dimisión en 1735. Según el escritor de arte francés Louis Hourticq «al morir, Rigaud deja una galería de grandes personajes con los cuales nuestra imaginación puebla hoy la Galería de los Espejos; Rigaud es necesario para la gloria de Luis XIV y participa en el resplandor de un reinado cuya majestad documentó. » Verdaderas «fotografías», rostros que Diderot describió como «cartas de recomendación escritas en un lenguaje común a todos los hombres», las obras de Rigaud pueblan hoy los museos más importantes del mundo. En el año 1709 fue hecho noble en su ciudad natal, Perpiñán. En 1727 fue nombrado caballero de la Orden de San Miguel. Rigaud murió en París el 27 de diciembre de 1743.