La composición general de esta efigie mantiene los rasgos característicos del retrato europeo de la segunda mitad del siglo XVI. La indumentaria de la dama y de forma especial el cuello de delicado encaje, situaría la imagen hacia 1585.
La nota más destacada de este retrato la proporciona el fondo, donde se ha introducido un curioso ardid pictórico, al representar parte de un fingido lienzo casi al borde del lienzo real, en el que se aprecia parcialmente el claveteado de la tela al bastidor. Sobre el vértice izquierdo de aquél se recoge una cortina de seda carmesí. El efecto produce en el espectador la impresión de hallarse ante un curioso trampantojo.
De este tipo de imágenes no nos han llegado demasiados ejemplares, y es difícil saber bajo que premisas fueron concebidos, una dificultad a la que se suma nuestro desconocimiento sobre la identidad de la retratada. Posiblemente este tipo de retratos, ocultos habitualmente por cortinajes, eran descubiertos en ciertas celebraciones en ausencia de las personas efigiadas.