Situada en el segundo cuerpo del retablo de San Pedro Mártir de Toledo, esta composición representa uno de los episodios más importantes de la iconografía cristiana, la resurrección del Hijo de Dios y, con ella, la redención de todos los creyentes. Siguiendo el relato del evangelista San Mateo, Maíno ha simplificado el pasaje evangélico y ha obviado la presencia del ángel que describe Mateo y que suele ser un elemento habitual en la representación. Cristo ocupa la parte central de la tela, alzado sobre el sepulcro y apoyado en una minúscula nube grisacea. En la parte inferior de la composición se han situado cuatro figuras que flanquean al resucitado. La fórmula repite la iconografía al uso, aunque sólo dos de ellas son los guardias referidos en el Evangelio. Maíno los ha convertido en soldados del siglo XVII, vestidos con brillantes armaduras que recuerdan a las de los tercios españoles. Los dos villanos siguen una disposición compositiva semejante a los dos pastores de La Adoración de los Pastores (P03227) del mismo retablo. De hecho el más cercano al espectador, se percibe como el reverso de la figura que sujeta un cordero en esa Adoración.
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