Acompañado de un monje llamado Domingo, el santo parte de Como hacia Milán por mandato del papa y para actuar en la causa contra unos herejes. Escondido en el bosque, entre los cazadores, Carino, uno de estos herejes, cae por sorpresa sobre los dos clérigos y con su espada atraviesa la cabeza y el pecho de San Pedro. Procede del convento de Santo Tomás de Ávila donde, junto con otras tablas del Prado, formaba parte de un retablo dedicado a san Pedro Mártir de Verona (s. XIII).
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