Entre los distintos modelos iconográficos creados por Eugenio Lucas a lo largo de toda su carrera, siempre dentro de las escenas y tipos de inspiración goyesca que marcaron la mayor parte su producción, se constituyen prácticamente como género autónomo los cuadros de majas, todos ellos resueltos bajo idénticas características formales y compositivas, con una concepción, tamaño y pretensiones completamente distintos de sus escenas castizas más conocidas. [...] A juzgar por la gran cantidad de cuadros de este tipo salidos de los pinceles de Lucas, parecen indicar su éxito entre la clientela del pintor, si bien el hecho de agrandar considerablemente las figuras les hace perder bastante de la frescura espontánea y vivaz tan característica de sus pequeñas escenas pobladas de personajes chulescos, que aquí se convierte en quietud hierática y algo agarrotada, congelada igualmente la expresión del rostro, residiendo el mayor atractivo del lienzo en el juego de brillos del vestido, resueltos con mucha mayor riqueza pictórica y evidente habilidad, así como en el juego de los bruscos contraluces en que ambienta la escena, destacando la fulgurante figura de la maja, que parece casi ofrecerse al espectador con sus más vistosas galas, sumiendo en una misteriosa penumbra al resto de los personajes, que ocultan bajo el velo protector de la oscuridad la malicia de sus conductas.