Paisaje del páramo aragonés, donde la ausencia de vegetación da protagonismo a la piedra como elemento constructivo. Desde la rocas del primer plano, hasta las montañas del fondo, el paisaje está constituido en base a un sentido panorámico y monumental, de encuadre sobrio, ajeno a cualquier artificio.
La obra es ejemplo de la capacidad del artista en el género paisajístico. Se pueden apreciar en él algunas deudas con otros pintores como Antonio Muñoz Degrain, amigo del autor. El color, muy encendido y de raigambre valenciana, la grandiosidad de la vista elegida y la modernidad técnica empleada, junto con el concepto decorativo con que fue abordada, sitúan la obra como uno de los mejores paisajes de este artista.