Tanto el nombre con el que aparece firmado este florero, como su procedencia valenciana sugieren que estamos ante un ejemplo de la abundante producción de pinturas de flores que se dio en Valencia a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Son obras realizadas con poca densidad de materia, lo que da como resultado una gracia y una levedad que nos recuerda que el auge que vivió este género de la naturaleza muerta en la zona se encuentra estrechamente vinculado al gran desarrollo que experimentó allí la industria textil, especialmente la relacionada con la seda.