No parece dudoso que esta pieza ocupara el reverso de una cruz procesional. Por su caracterización formal -rostro de rasgos clásicos, verticalidad general de los pliegues sin quebraduras y aristas, traza de la aureola y tipo de plomo-, la obra debe situarse ya en el siglo XVI, pues no acusa la presencia de elementos góticos. Preferimos fijar la datación en el segundo cuarto del siglo, pues hasta el inicio del reinado de Carlos V no se cumplen las circunstancias señaladas. Tan solo la base piramidal es un relativo recuerdo de lo usado en el siglo XV, pues luego será abandonada incluso cuando las figuras de bulto sean sustituidas por otras en relieve y luego reducido lo escultórico al mero relieve en el cuadrón. [...].