La escena representa una supuesta audiencia que los Reyes Católicos concedieron al máximo representante judío tras la orden de expulsión de su pueblo. Según la tradición literaria el inquisidor Torquemada irrumpió en la audiencia arrojando un crucifijo sobre la mesa y exclamando que no debía de aceptarse el dinero que el judío ofrecía para evitar la expulsión, comparándolo con el dinero con el cual Judas traicionó a Cristo.
Sala realizó el cuadro durante su estancia en París, ciudad donde el tema no fue plenamente comprendido. En Madrid, chocó por la modernidad de sus planteamientos, en contraposición a lo trasnochado del argumento histórico, ya no tan en boga en el momento en que fue realizada la pintura.
La riqueza decorativa, y la elegancia de algunas figuras recuerda a la pintura parisina del momento. El formato vertical, inusitado para el tema histórico, es otro aspecto novedoso. El colorido, encendido y brillante junto con la utilización atmosférica de la luz, adelantan lo mejor del luminismo valenciano de fin de siglo.
Adquirido en 1892 para el Museo del Prado, pasó posteriormente al Museo de Arte Moderno.