José de Arimatea, Nicodemo y la Virgen María introducen a Cristo en el Sepulcro cedido por el primero, bajo la mirada de María Magdalena y San Juan Evangelista, variando ligeramente la narración del Nuevo Testamento (Mateo 28, 57-61; Marcos 15, 42-47; Lucas 23, 50-55; Juan 19, 38-42).
Se conserva otra obra de igual temática (P441), también en el Prado, que fue obsequiada por el Senado veneciano a Antonio Pérez, secretario del Rey, en 1572.
La diferente calidad de las versiones, resultado del distinto grado de participación del pintor, se aprecia en la figura de Cristo, en el escorzo del cuerpo de la Virgen y en el mayor detallismo de la obra más temprana.
Esta obra fue encargada por Felipe II (1556-1598) en Julio de 1559, instalándose en la Iglesia vieja del Monasterio de El Escorial en el mismo año, de donde pasaría a formar parte de las colecciones del Museo del Prado en 1837.
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