El dibujo presenta una figura infantil de pastorcillo sentada en un paisaje, que es iconográficamente específica de la representación del Buen Pastor. El Niño acaricia con la mano derecha una oveja, de perfil en primer término, y con la izquierda sostiene y se apoya en su cayado. La posición de las piernas, la derecha reposando con el pie en el suelo y la otra extendida sobre la roca en la que se sienta el Niño, inspirada en el aguafuerte Cupido del florentino Stefano della Bella (1610-1664), es la misma que utilizó Murillo en el magistral lienzo del Buen Pastor del Museo del Prado (P00962), una de sus pinturas más atractivas y ejemplo de esa iconografía que, en su faceta infantil, fue muy apreciada en la España del siglo XVII. En el cuadro, sin embargo, la parte superior del cuerpo se articula de forma muy distinta al dibujo, ya que se sitúa de medio perfil hacia la derecha, lo que determina que la cabeza presente, además, una actitud de gran nobleza, que deriva de la colocación de la barbilla en línea con el hombro. A ello hay que sumar la distinta posición del cayado y la oveja. El Niño, por otra parte, va descubierto en la pintura, y es precisamente en su pelo negro, rizado y suelto donde reside gran parte de su encanto y atractivo.
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