El cuerpo muerto de Cristo es a duras penas sostenido por el esfuerzo de un ángel, que dirige su mirada implorante al cielo. Se trata de un argumento profundamente arraigado en el arte occidental desde el Renacimiento a través de artistas italianos.
Probablemente realizado por Cano con la segura inspiración de ciertas estampas relacionadas con Miguel Ángel, el pintor aborda una composición en la que pone de manifiesto su gusto por la contención, la mesura y el equilibrio, a través de uno de sus temas favoritos, como es el desnudo. Éste le permitía reflexionar sobre el ideal clásico de belleza y el sistema de proporciones.
El blanco cuerpo de Jesús supone para Cano una manera idónea para indagar en torno a la anatomía humana como método de expresión, sobre todo al contrastarlo con el fondo oscuro. Con esta oscuridad crea además un ambiente de quietud y misterio apropiado para la meditación sobre la muerte de Cristo, definiendo así esta la obra como un ejemplo de sus mejores pinturas de devoción.
Existen otras versiones similares con el mismo argumento, una de ellas en el propio Museo del Prado (P629).