El objeto que de inmediato atrae la atención del espectador es la espléndida jarra de loza, esmaltada en blanco, al óxido de estaño, típica del siglo XVIII, que posee un asa torsa de estilo salomónico. A su lado un queso contrasta con el juego de líneas rectas y curvas que lo delimitan así como por los planos de luz tan distintos que refleja; delante, un plato rococó de borde ondulado rebosa de cerezas, y unas ciruelas se sitúan en el ángulo inferior derecho de la tela. Desde el punto de vista técnico, el bodegón debe ser incluido entre los ejecutados en la septima década del siglo, de acuerdo con la fuerza expresiva de sus volúmenes y la visión tan directa de los objetos y los detalles combinados de frutas y utensilios. Además, luz y color describen soberbios efectos, de los cuales conviene destacar el magnífico impacto de tonos rojizos brillantes del centro de la composición recortándose sobre amarillos y blancos, levemente azulados.