Este dibujo es hasta el momento el único conservado del artista en la colecciones del Museo del Prado y uno de los pocos conocidos. Indudablemente, como artista de formación académica, debió dibujar mucho. Sin embargo, su actividad en este ámbito es hasta ahora casi desconocida, de ahí la importancia de esta pequeña obra. Curiosamente, el dibujo no se vincula con ninguna de las obras escultóricas de Solá que se conocen, y por su carácter se debe pensar más bien en una actividad complementaria a la escultura.En concreto, el dibujo representa a Tulia, hija de Cicerón, leyendo unas composiciones literarias ante su padre. La fuente de esta escena pudiera estar en el Libro VIII de la Historia de la vida de Marco Tulio Cicerón escrita en inglés por Conyers Middleton (Life of Cicero, 1741) y traducida por José Nicolás de Azara (Madrid: Imprenta Real; 1º ed. 1790 y 2ª ed. 1804), en el que se narra la aflicción que le causó a Cicerón la muerte de sobreparto de su hija, de apenas 35 años.
La ausencia de otros dibujos con los que establecer un análisis comparativo así como la carencia de referencias documentales impiden fecharlo con seguridad. Lógicamente, debió ser realizado durante la larga estancia romana de Solá (1803-1861), desde sus tiempos de becario de la Junta de Comercio de Barcelona hasta su muerte. El formato del dibujo y la aparición de un pie descriptivo invita a pensar en una ilustración para libro, formando parte de una serie, al estilo de las que se habían publicado desde finales del siglo XVIII grabadas por Piroli a partir de las composiciones de Flaxman sobre las obras de Homero, Hesiodo y Dante, y editadas en España por vez primera entre 1859 y 1861 a cargo del grabador Joaquín Pi y Margall. En este caso, Solá abandona el puro dibujo de contorno para introducir aguadas que ayudan a definir los pliegues de los paños. La composición es por otra parte heredera de los modelos davidianos, tan de moda entre los artistas neoclásicos europeos de esta época, tanto en distribución de las figuras como en el fondo cubierto con un cortinaje. No se conoce que el dibujo fuese grabado, por lo que es probable que el proyecto, quizá una nueva edición de la biografía de Cicerón, no se llevase a cabo. Lo que es indudable es que Solá, ya fuese como becario en Roma o como director más tarde de la Academia Española en Roma, era buen conocedor de la cultura clásica y un excelente candidato para abordar una tarea de este tipo, siguiendo los exitosos ejemplos de Flaxman.Por otra parte, se sabe que en algunos momentos de su vida Solá padeció dificultades económicas, especialmente en los años de las guerras napoleónicas y en los inmediatamente posteriores, en los que no gozaba de pensión alguna, lo que le llevó a realizar encargos de subsistencia. Quizá el abordar un proyecto de este tipo, al margen de su actividad escultórica, se debiese a esta necesidad de obtener ingresos complementarios.
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