Lienzo de formato vertical que presenta personaje con el torso desnudo en actitud penitente frente a la Cruz. Sostiene con ambas manos unas cadenas con las que golpea su espalda. En primer plano una mesa y sobre esta un perro blanco y negro con una antorcha en su boca, un tintero, una calavera y libros amontonados.
La obra tiene una óptica naturalista, muy propia del primer tercio del XVII, con iluminación claroscurista. El cuerpo desnudo le permite jugar con ese claroscuro. Es una de las mejores pinturas de este autor por su magnífico estudio del natural, tanto en el desnudo del Santo como en la naturaleza muerta de calavera, libros, papeles y tintero, con vigor de pincelada que se acerca a Ribera.
Sánchez Cantón, al darlo a conocer, consideraba que el tipo humano y la carnación recordaban a los flamencos Moro y Key, y Lafuente Ferrari señala afinidades de paleta con Ribera, aunque no lo crea influido por él. Sabine Jacob, por su parte, cree ver en él un modelo del norte de Italia, interpretado con técnica caravaggiesca. Se ha visto en él también un paralelismo con la pintura de Orrente en su gama de colores ocres y rojizos y se ha hermanado con Ribalta por su entrega al natural y el uso de lo cotidiano y popular, y Soria evocó a su respecto el San Juan de Velazquez de la National Gallery.
Es, sin duda, una de las obras más conocidas y populares del artista, y de las más personales, como ya indicó Gaya Nuño.
Un reciente estudio con rayos X ha permitido descubrir en la parte inferior del lateral derecho, en la zona cubierta por el manto del Santo, la figura orante de un obispo que vuelve su rostro hacia el espectador y que es, casi con toda seguridad, el Cardenal Sandoval y Rojas. No es fácil saber cuando se procedió a la ocultación de esta figura, sin duda con intención de dar más énfasis al Santo. (PÉREZ SÁNCHEZ, Alfonso y Benito Navarrete Prieto, 2001, p.228)