El interés por las representaciones de los apóstoles experimentó un gran incremento en el mundo católico desde finales del siglo XVI, como reacción a la Reforma religiosa que negaba el poder de intercesión de los santos. Un ejemplo temprano es este apostolado, realizado probablemente para un miembro de la nobleza flamenca deseoso de evidenciar su fidelidad al catolicismo. Rubens, uno de los principales creadores de imágenes de devoción que exaltaran los dogmas católicos, potencia aquí la idea de sacrificio y entrega de los protagonistas, al representarlos con instrumentos relacionados con sus respectivos martirios. Pintada al poco de volver de Italia, el artista se inspira en la escultura clásica y en la pintura de Miguel Ángel y de Caravaggio. La fuerza física que muestran las figuras sirve como metáfora de su valor moral y firmeza, mientras que la luz, muy dirigida y contrastada, ayuda a enfatizar el valor de la determinación y seguridad demostrada por estos santos.La serie, que conoció un éxito enorme y fue copiada varias veces, pasó por diversas colecciones privadas antes de ser obtenida por el duque de Lerma. Los cuadros que forman el apostolado entraron en la Colección Real en el siglo XVIII.
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