Este retrato de una romana entrada en años y con una mirada que delata seguridad de sí misma impresiona aún hoy por su realismo bien dosificado. En tanto los rasgos faciales autenticos de la retratada, dan la impresión de haber sido reproducidos sin mayores modificaciones, las zonas de piel desnuda, en cambio, aparecen alisadas debido al pulimento de la superficie del marmol, de modo que la representación de la anciana adquiere un aspecto elegante nobleza. El peinado aparatoso contrasta en cierta forma con la fisonomía, que evoca sencillez y severidad. La romana, cuyo peinado sigue la moda de la época y delata un sofisticado estilo de vida, imita a las damas de la casa imperial. El retrato de esta romana es una obra de gran calidad y por consiguiente costosa lo cual pone en evidencia que ella pertenece a la burguesía acomodada de Roma. El realismo de la representación obedece a un ideal surgido bajo el emperador Vespasiano (69-79 d.C.), como reacción al gobierno de Nerón, que había roto con la mayoría de los postulados de la Roma antigua.