Gabriel de la Corte fue uno de los especialistas madrileños en pintura de flores, subgénero muy popular tras la irrupción en escena de Arellano. Aportó al género una factura más libre, densa y empastada que la de sus colegas, y un mayor recargamiento. Para ello se valió en ocasiones de elementos como los mascarones que pertenecen a una serie que en origen fue mayor, pues se conservan tres. En su búsqueda de la paradoja, utiliza motivos escultóricos que no tienen una naturaleza abstracta o arquitectónica, sino que se transforman en elementos vegetales.