Una de las imágenes más repetidas en la producción artística de Raimundo de Madrazo fue la figura de su modelo Aline. En este retrato, aparece de medio cuerpo, ataviada elegantemente y con la expresión despreocupada y banal que caracterizó a su retratística femenina centrada en la burguesía parisina del último tercio del siglo XIX.
Este cuadro ingresó en el Museo del Prado como parte del legado de Ramón de Errazu.
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