La presencia de retratos infantiles en las colecciones de pintura de los Austrias españoles puede seguirse a lo largo de todo el siglo XVI. En el reinado de Felipe III, la producción de este tipo de obras aumentó considerablemente y en ellos es común una concesión a la cultura popular de carácter supersticioso. En concreto, y atendiendo a la alta mortalidad infantil, son numerosos los niños retratados con amuletos y elementos protectores que les prevenían de los distintos males que les acechaban desde su nacimiento.
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