Ataviada a la moda francesa de la segunda década del siglo y tocada con una diadema de flores, la Duquesa mantiene en sus manos una partitura, en alusión a su afición a la música y el canto.
Se trata del último retrato conocido de una dama de la aristocracia pintado por Goya. La técnica, vibrante y rápida, tiene aún ecos del preciosismo y colorido de los retratos del siglo XVIII. Aún así utiliza ciertos restregones de luz y pinceladas negras que son un avance de las características que marcaran la obra de Goya en el decenio de 1820.