San Ambrosio tras ser nombrado por el emperador Valentiniano gobernador de la Liguria y la Emilia partió hacia Milán donde se encotró con una ciudad llena de bandos y contiendas entre arrianos y católicos. Al morir Auxencio, obispo y cabeza de los arrianos, se palnteó la elección de un nuevo arzobispo, generando más disputas entre ambos bandos. Como gobernador de la provincia Ambrosio intentó mediar para imponer la paz pero cuando iba a empezar a hablar, una voz de un niño se oyó que decía: "Obispo Ambrosio". El hecho se tomo como algo divino y consiguió que tanto arrianos como católicos se unieran para que Ambrosio fuese arzobispo. Éste, que no estaba bautizado ni quería el puesto, hizo todo tipo de tretas para resistirse y quedar ante la gente como indigno de aquel honor. Pero al final el emperador atendió la peticiones de los milaneses y confirmó la elección de San Ambrosio.
La consagración de San Ambrosio no había sido tampoco un tema excesivamente representado, ya que en otros ciclos aparece sustituido por el de su inopinada y tumultuaria elección por el pueblo milanés. Sin embargo, en esta ocasión Valdés tenía numerosos ejemplos en los que apoyarse -las representaciones de escenas similares de las vidas de otros santos- y no hay duda de que utilizó alguno de ellos, valiendose seguramente de un grabado para el grupo central. Basta con ver las varias representaciones de la consagración de San Agustín del siglo XVII para percatarse de las similitudes entre todas ellas y de su semejanza con esta de Valdés: el santo aparece siempre arrodillado, de perfil y rodeado por tres obispos, que le colocan la mitra, y al lado hay un joven clérigo arrodillado sosteniendo un libro abierto.
Siguiendo un esquema compositivo similar al de El nombramiento de San Ambrosio como gobernador (P07819), Valdés Leal ha situado la escena en la mitad inferior de la representación, llenando la superior con la descripción del ámbito arquitectónico, que en este caso, y deseando seguramente evocar la catedral de Milán, es una iglesia gótica que, curiosamente, si se tienen en cuenta las alusiones a la arquitectura sevillana que se encuentran en otros cuadros de la serie, no hace pensar en la catedral de Sevilla. La escena de la consagración se desarrolla en el primer término, en un lugar en alto situado en el presbiterio, y es presenciada, desde la nave y a un nivel muy inferior por una abigarrada multitud encabezada por un grupo de monjas. Al fondo aparece, ante una capilla, una representación escultórica del Calvario, y tras la escena principal hay, en el presbiterio, un retablo barroco, flanqueado por columnas salomónicas y cobijado por un dosel rojo, en el que se representa El bautismo de Cristo. Probablemente se trata de una alusión al hecho de que en el momento de su elección San Ambrosio no era aún cristiano y tuvo que recibir el bautismo sólo ocho días antes de que se le impusiera la mitra episcopal.
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