Una bella jovencita acaba de casarse con un hombre gordo y feo, cuyo perfil asemeja el hocico de un cerdo, pero que es evidentemente rico. El padre de la novia, con una casaca algo raída, sigue a la comitiva con gesto entre resignado y complaciente. Las mozas, quizá amigas de la novia, se ríen, y el cura parece hacerlo del padre.
La historia, que se repite en otras composiciones de Goya, como en la serie de los Caprichos, denuncia una situación frecuente en la época, la de los matrimonios de conveniencia, arreglados generalmente por los padres en beneficio propio, que también denunciaba en la literatura contemporánea su amigo Leandro Fernández de Moratín, autor de El si de las niñas.
Se trata de una de las composiciones más elaboradas por parte de Goya. La magistral situación de la comitiva bajo un arco, consigue que arquitectura enmarque el grupo, resaltando las figuras sobre el luminoso fondo, especialmente la del grotesco novio.
El cuadro es uno de los cartones para los tapices del despacho del Rey en El Escorial.
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