Cuando Rubens visitó Madrid en 1629 en misión diplomática, se encontró con este cuadro, que él mismo había realizado en 1609 para el Ayuntamiento de Amberes, y que había pasado a formar parte de la Colección Real. Su inquietud creativa le llevó a realizar cambios muy substanciales en la composición: añadió una franja en la parte alta de la escena y otra a la derecha, que incluía su propia efigie a caballo, con cadena de oro y espada. Con este autorretrato mostraba, mas que su condición de artista, su elevada situación social como caballero, con lo que justificaba así la posibilidad de que la rígida corte española le aceptara como diplomático en misión de paz. Además, Rubens transformó gran parte de la escena preexistente, adaptando el lenguaje del cuadro al estilo que utilizaba en ese momento, cuya inspiración principal era el arte de Tiziano.