En un interior, un grupo de aldeanos, sentados o en pie, fuma junto a un barril que sirve de mesa. Al fondo otro se calienta junto a una chimenea y una figura entra en la habitación. En primer plano se representan elementos de cocina o taberna, como la garrafa, el caldero y el barril, que muestran la capacidad de Teniers para la naturaleza muerta y para la escena de género. Destaca el sentido naturalista que otorga al perro, que enrollado en sí mismo observa a los protagonistas de la escena.
Como representación de la vida cotidiana, la obra ilustra la expansión del tabaco en Europa. Denostado o alabado por igual, su consumo era una práctica habitual en el momento. Teniers no se posiciona moralmente sobre su uso, pues no hay ningún elemento abiertamente crítico, aunque lo grotesco de los personajes es significativo, quizá como ilustración de los vicios.
Partiendo de figuras de su maestro Adriaen Brouwer, Teniers repetirá figuras y grupos en las muchas versiones de tabernas y fumadores que realizó. Ésta se localiza por primera vez en 1794 en el Palacio Real.