Sobre unos bloques prismáticos de piedra -que nada tienen que ver con lo que es la realidad de una cocina- se disponen una serie de elementos de muy diversa índole que transmiten una gran variedad de sensaciones táctiles y visuales. El desorden es sólo aparente, pues hay una composición muy cuidada que ordena todo y que subraya lo que la obra tiene de exhibición artificiosa. Se trata de una obra espléndida â??deudora de modelos flamencos y napolitanos- que, además de recrear la vista del espectador en un momento en que la comida era una preocupación cotidiana para gran parte de la sociedad, constituye un auténtico ejercicio para demostrar las capacidades pictóricas de su autor. Esta obra se atribuye a Mateo Cerezo por su relación con dos bodegones firmados actualmente conservados en el Museo de San Carlos de México.