La presente escultura, aunque fruto de una reconstrucción barroca muy arriesgada -en el siglo XVIII llevaba flores y frutas en las manos-, permite evocar aún su prestigioso modelo, del que Propercio (II, 31) llego a decir: "La estatua, en verdad, me impresionó, más hermosa que el mismo Febo, / y el mármol parecía emitir un canto al son de la lira callada.../ (Es) por fin el mismo dios pitio, quien, vestido con larga túnica, /entre su madre y su hermana entona poemas". El original, el Apolo de Escopas que Augusto instaló, como protector personal suyo, en el templo dedicado a él sobre el Palatino, vestía la larga túnica de los músicos y poetas y portaba una cítara en su brazo izquierdo. La presente copia se halla reducida al fragmento con ricas telas del centro del cuerpo; todo el resto de la escultura son restauraciones, y solo la cabeza es antigua, al parecer, aunque procede de otra imagen del mismo dios.
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