Acuarela de excelente calidad técnica, de las huertas de Alcalá de Guadaíra, realizada por Rico durante su estancia en Granada.
Especialmente habilidoso para sugerir en los paisajes los ambientes recoletos y serenos, es en esta acuarela donde Rico pone en evidencia el dominio del uso de la luz favorecido por una sobria paleta cromática de intensos matices. La ambientación infantil, habitual en casi toda su producción pictórica, puebla también esta orilla del Guadaíra.
Este cuadro ingresó en el Museo del Prado como parte del legado de Ramón de Errazu,