En la Edad Media se recurría a la "prueba del fuego" para establecer la verdad, con lo que el milagro primaba así sobre los argumentos racionales. Santo Domingo hace depositar sobre el fuego uno de sus libros y otro de los doctores albigenses para demostrar los errores de sudoctrina. Prodigiosamente, el del santo se eleva sobre las llamas, que consumen el de los herejes.
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