En un interior eclesial, el santo, en levitación, bendice con la diestra a Napoleón Orsini, muerto al caer de un caballo como puede verse a la izquierda, a través de la puerta que comunica con el exterior. Simultáneamente, Santo Domingo tira con su otra mano de Napoleón, representado como un niño, que resucita milagrosamente ante el asombro de los presentes.
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