Tabla de formato rectangular que presenta hombre, de avanzada edad, de cuerpo entero. Viste túnica azul grisácea y manto dorado. En la mano derecha porta dos llaves: una dorada y otra plateada. La figura se encuentra bajo un arco que se abre a un paisaje con el horizonte bajo.
El primero en atribuirlo a Herrera el Viejo fue Sánchez Catón en el catálogo de 1921 al señalar parece evidente haya de atribuirse a Herrera, el Viejo, es indudable su sevillanismo y no menos su fecha-primer cuarto del siglo XVII . Por el comentario del autor esta ficha catalográfica, parece entenderse que la pintura se vendió al museo como obra de Francisco Pacheco, o alguien en la transación sugirió este nombre, pues Sánchez Catón precisa que la ejecución es más franca y jugosa de lo que suelen ser las pinturas de Pacheco (...) Al punto que ni aún creyéndola posterior en muchos años, y cuando su propio yerno [Velázquez] había influído sobre él [Pacheco], puede adjudicársele nuestra tabla . Tormo también fue partidario de la atribución a Herrera el Viejo, pero con reuerdos del Zurbarán joven. Tacher rechazó dicha atribución, pues la suavidad y regularidad de la pintura, así como la manera de concebirla nada tendrían que ver con Herrera. Para este autor la obra habría sido realizada por un pintor de segunda fila de escuela valenciana seguidor de Ribalta. Gaya Nuño la citó en su Guía como obra de Herrera el Viejo. Martínez Ripol incluye la obra en el apartado de pinturas atribuídas al sevillano (PA). Este autor, a pesar de ver ciertos aspectos característicos de escuela valenciana, como el modelado claroscurista d elos paños, consisera que el tratamiento naturalista del paisaje y el realismo robusto del tipo humano en ella representado, son elementos pictóriocs todos ellos típicamente herrerianos, por lo que opinamos estar frente a una obra cercana al maestro, aunque por el momento nos inclinamos a mantener en suspenso su concreta atribución. Martínez Ripoll fecha la obra en torno a 1620.
La moderna bibliografía sobre el pintor no ha vuelto a tratar esta pintura.
La obra presenta el gusto por las formas corpulentas y los volúmenes macizos característicos de Herrera, elementos que en su formación toma del romanista Pablo de Céspedes. Además, quizás se podrían mencionar influencias de Alonso Cano, como sería la utilización por Herrera de la silueta fusiforme tan característica de Cano. (Redondo Cuesta, José, 2007, p.160)