En comparación con los aparatosos peinados de comienzos de época antonina, el de la romana representada aquí es relativamente sencillo. El año 159 d.C Faustina Minor (130-176 d.C.), mujer del futuro emperador Marco Aurelio, dio orden de acuñar monedas que una vez más la representaran con un peinado nuevo después del nacimiento de Fadilla, su séptimo vástago. Con pocas modificaciones, este peinado fue adoptado no sólo por la dama del Museo del Prado, sino también por otras romanas. Aunque el peinado del retrato de Madrid presenta una gran afinidad con el de la emperatriz, las diferencias fisonómicas demuestran que la retratada no es la propia Faustina. A pesar de las diferencias, el retrato del Prado da una impresión poco individualizada, ya que -a diferencia de los retratos de comienzos de época antonina- se suprimen las arrugas y otros detalles realistas. El rostro ha sido concebido muy amplio y plano; parecería inanimado si no se hubiesen acentuado los ojos, de diferente tamaño, por medio de incisiones que marcan iris y pupilas.