El retratado es un hombre aún joven con una cabellera densa y lisa que cae en forma de mechones largos, ligeramente curvados, hasta muy abajo en la frente, donde el cabello termina -al igual que en la nuca- en una línea recta. Tiene una barba rala y corta y un bigote esmeradamente recortado que cubre el labio superior y que recorre las comisuras de los labios hasta la barba. El iris, unas pupilas pequeñas y las destacadas glándulas lacrimales de los ojos han sido marcados con líneas incisas poco profundas. La manera de representar los ojos en la cabeza del Prado no sería posible con anterioridad a los retratos del emperador Antonino Pío de 140 d.C. No obstante, la barba de Antonino Pío fue elaborada con más plasticidad que la del retrato madrileño. Esta manera de estructurar la barba es característica del siglo III y aparece por primera vez en los retratos de Caracalla y de Geta a partir de 205 d.C.