Esta cabeza, que en algunas ocasiones ha sido calificada de moderna, pero que por lo general se atribuye a la Antigüedad, fue completada con pericia en el siglo XVI o XVII, probablemente en Roma, y puesta sobre un adecuado busto antiguo con ropajes. La mitad delantera de la cabeza es antigua y está bien; representa a un romano que ha dejado atrás su juventud y que lleva una barba cerrada y un cabello densamente rizado. Mira diagonalmente hacia la derecha, lo que junto con las cejas contraídas, la frente arrugada y las orejas da a la cabeza un aspecto de preocupación. Los retratos de Elio César y de Adriano como héroe juvenil con peinados muy rizados, creados a finales del gobierno de Adriano, inician una tradición iconográfica que pasa por Marco Aurelio, Cómodo y Septimio Severo hasta llegar al siglo III. En los inicios de esta serie se encuentra también el retrato del Prado. El busto, ataviado con una coraza pectoral a la que pertenecen los lambrquines o lengüetas de cuero en el hombro derecho y con un paludamento con ribetes, no está asentado directamente sobre pedestal, sino que es sostenido por un águila representada con la cabeza estirada, las alas abiertas y el haz de rayos de Júpiter en las garras. Debido a que desde mediados del siglo I d.C., particularmente en las gemas, se representa la apoteosis de los emperadores romanos con una imagen del emperador sentado sobre el águila de Júpiter, se ha supuesto que el busto del Prado estaba destinado al retrato de un emperador divinizado.
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