Realizado por el pintor cuando contaba con dieciocho años, en pleno proceso formativo, en su Sevilla natal, esta obra es un buen ejemplo de su técnica retratística, basada en una depurada línea de dibujo. Destaca en la ejecución la intensidad cromática, favorecida por la indumentaria de la niña efigiada, en contraste con la claridad de los fondos de paisaje. A los recursos descriptivos, hay que añadir como característica de los retratos realizados por Bécquer la actitud introspectiva de los modelos, como sugiere en este caso la mirada fija de la niña, en actitud un tanto lejana pero sugestiva. Hay que señalar, además, la ausencia de referencias a la edad infantil de la modelo, salvo la longitud de la falda, lo que unida a lo estático de la pose confieren cierta frialdad al retrato.