El lienzo es buen ejemplo de la labor retratística más temprana de Carlos María Esquivel, discípulo y fiel heredero del estilo de su padre, el gran maestro del romanticismo andaluz Antonio María Esquivel (1806-1857) cuyo lenguaje plástico asimila con extraordinaria semejanza, hasta llegar a confundirse en alguna ocasión. No obstante, en los escasos retratos conocidos de Carlos María, siempre parece advertirse una mayor sutileza en la gradación de las tintas, que hace más suave el modelado de los volúmenes, así como cierta dulcificación del dibujo, influido ya por el purismo académico del romanticismo tardío, aunque por lo general están resueltos con gran sobriedad, como en este caso, desechando cualquier concesión a elementos accesorios y decorativos.