Con una originalidad indudable, el presente bodegón muestra en primer término, e incluso en el segundo, varias ostras, pormenor relativamente infrecuente en los cuadros que pintó Meléndez; junto a ellas se ven unos dientes de ajo y un plato de loza. Detrás, y acusándose con poderoso volumen, un enorme perol de cobre, que intenta protagonizar el lienzo, aparece levemente inclinado merced al pequeño cuenco de loza invertido, que bajo su fondo ejerce el papel de cuña; en último término, un puchero se cubre, según es habitual en los cuadros del artista, con un fragmento de loza decorada que se apoya en el borde y encima de un mango de madera de un cucharón.