La obra ilustra el castigo a Caín por haber asesinado a su hermano Abel (Génesis 4, 11-16). Dios condenó a Caín a errar por la tierra con su familia, siempre temeroso del ataque de las fieras. Veronés sitúa la acción en una paraje desolado sólo animado por un árbol. Al abrigo de una roca, Caín vigila ataviado con una piel de león y armado con una maza mientras su mujer amamanta al hijo de ambos. El grupo de la mujer y el niño, fuertemente iluminado, contrasta con la figura de Caín, más oscura y de espaldas al espectador, artificio con el que el pintor subraya su culpabilidad.
En 1666 en el Alcázar de Madrid, se cita en el Museo Nacional del Prado desde 1854.