Lucifer, o Luzbel, uno de los ángeles favoritos de Dios, fue expulsado del Cielo cuando se rebeló contra su poder. Para representar el tema, Esquivel eligió el momento en que San Miguel, con gesto firme, le aparta de la Gloria Celeste. El tema es equiparable a la lucha de San Miguel contra el dragón del pecado, tan frecuentemente representado por innumerables artistas. Sin embargo, a diferencia de lo habitual, Esquivel pinta al santo sin casco ni espada, para hacer hincapié en la expresión de ambas criaturas, firmeza en uno y odio en el otro.
El cuadro está abordado con un eclecticismo estético que mezcla la tradición pictórica española, a través de Murillo, con el purismo de la pintura de la corte madrileña de su momento, muy influenciada por la pintura del francés Ingres.
Fue pintado para el Liceo de Madrid, en agradecimiento por el apoyo otorgado por sus miembros al artista cuando accidentalmente quedó ciego. Obtuvo una cálida acogida por la crítica de su momento, alabando la corrección del colorido, el ajustado diseño de los cuerpos y la perfecta composición, como sus características más notables.