Este cuadro nos presenta una escena nocturna, con una técnica que realza la emotividad de la escena, al fijar sobre los cuerpos de los pastores, con breves y vibrantes toques de pincel, los reflejos que emanan del Niño, única fuente de luz de la composición.Los nocturnos conocieron gran difusión a finales del siglo XVI por su capacidad para satisfacer distintos propósitos, desde la experimentación con focos de luz autónomos a la exhibición de virtuosismo del pintor.Esta obra es una réplica de otro cuadro conservado en colección particular en Padua y fechado en 1575, donde aparece la figura del pastor con las manos abiertas, sorprendido ante la contemplación del Niño, figura y pose que será habitual en la obra tardía del autor.Fue adquirida por el Conde Fuensaldaña en Inglaterra para D. Luis de Haro, y en 1688, a la muerte de su hijo el Marqués del Carpio, Carlos II la incorporó a la Colección Real.