Según la tradición clásica, el barquero Caronte atravesaba en su barca la laguna Estigia con las almas de aquellos que accedían al Infierno. En el mundo cristiano medieval este tema fue sacralizado al convertirlo en una elección entre el Bien y el Mal. Aquí Patinir sitúa un ángel en el lado izquierdo, que señala el difícil camino hacia el Paraíso, pese a que el alma se encamina ya al acceso del Infierno, donde vigila la entrada el Cancerbero, o perro de tres cabezas.
La fantástica visión del Paraíso, en la orilla izquierda, con la arquitectura de cristal al fondo, así como la recreación del Infierno recuerdan claramente a El Bosco.
El punto de vista elevado da como resultado una línea del horizonte muy alta, dejando un amplio espacio para el desarrollo del tema, lo que permite a Patinir desarrollar sus cualidades técnicas como paisajista.